Es cierto que cuando nos da por algo nos da en plan cebado, cuando andamos lo andamos todo, cuando buceamos nos salen branquias, y justo en Guatemala nos dio por no hacer nada, asi que tuvimos días de tranquilidad y poco más, paseos, comer, beber y charlar, y ese es el resumen de nuestros últimos días en Guatemala. Así en un párrafo, muy estilo Amaia. STOP.
Nos sorprendió mucho que Antigua es super chuiquito y muy my tranquilo, son calles y calles de casas de una planta de diferentes colores y suelo empedrado, y como llovió bastante, pues a lo nuestro a no hacer nada.
De ahí marchamos hacía el Lago Atitlán, y en concreto al pueblo San Pedro de la Laguna. Aunque el tiempo empezaba a mejorar, nosotros a no hacer nada, y eso que intentamos bañarnos en el lago, pero las cercanías al pueblo estaban bastante sucias, así que no nos pareció un gran plan.
Y en San Pedro empezaron las despedidas, ya que Anu, Raja y Yannick partían hacia Méjico y nuestros caminos se separaban una vez más, hasta que vayamos a Bombay… o ellos tengan un festival en España, ya se verá.
Nosotros tres, nos fuimos para Antigua para pasar nuestro ultimo día en Guatemala, el sol pegaba tanto, que una vez más se nos quitaron las ganas de patear la ciudad, así que una caipiriñas, una visita al mercado y prontico para la cama que al día siguiente tocaba madrugar. Y es que a las 4 de la mañana cogíamos la furgo que nos llevaría a la estación de buses de Ciudad de Guatemala y que de camino dejaría a Amaia en el aeropuerto. Otra despedida, tristeza y una vez más estábamos los dos solos.
La soledad iba a durar poco, puesto que en Ciudad de Guatemala cogíamos el bus que en 12 horas nos haría llegar de Guatemala a Nicaragua, pasando por Honduras y el Salvador. Así de fácil, 4 países en menos de un día.
Lo primero fue la gran sorpresa al ver que el autobús que no llevaría era mejor que la clase business de Iberia: 3 asientos por fila, asientos de cuero, mantita, almohada, wifi, A/C… estábamos flipando, cierto que nos habían dicho que en El Salvador pasaríamos a un bus más normal, pero al menos disfrutamos 5 horas de lujo, en las que nos dieron desayuno, una par de horas más tarde café con galletas y luego zumo o refresco con frutos secos. Nos queríamos quedar a vivir allí. De mientras claro, pasamos la primera frontera en la que no tuvimos ni que bajarnos del bus porque los tramites nos lo hacía la chica del autobús.
El cambio de bus no fue muy positivo, porque nos pusieron en el típico de 2 pisos normal y corriente al que el A/C no le funcionaba muy bien, y claro, a lo bueno uno se acostumbra rápido y un bus normal ya no era suficiente. Y en eso seguimos pasando fronteras, y la chica seguía haciendo tramites y recogiéndonos los pasaportes y volviéndonoslos a dar.
Después de 15 horas (ya se sabe que siempre son más de las horas prometidas) llegamos a León (Nicaragua) donde Inés nos estaba esperando en el hostal. Cervecitas de bienvenida (no sé si la suya o la nuestra) y a dormir, que si nosotros estábamos muertos, Inés llevaba encima el vuelo de Bilbao a San José, más el bus San José a Managua (11 horas) más la furgo de Managua a León (casi 2 horas).
Y una vez más somos tres, y a diferencia de Santi y Amaia que venía en plan vacaciones a “descansar”, Inés viene con ganas de descargar estress, así que quiere ver unos 300 lugares en 20 días. Y es que desde que nos encontramos en León hace 7 días, hemos pasado por León (obviamente), Granada, Mérida en la Isla Ometepe (parece que estamos haciendo la vuelta a España en vez de estar en Centroamérica) y hemos llegado a Costa Rica.
El primer día en León nos dedicamos a estar tranquilos y pasear, pero es como querer pasear en Sevilla en Agosto, hacía un calor de mil demonios y no había en la calle ni tarzán, por qué? Porque los locales hacen como los andaluces, se quedan en casa hasta que cae la noche. Nosotros después de pasear un rato, hicimos también como los andaluces, es decir, irnos de cañas.
Inés ya estaba estresada de tanta tranquilidad, así que por la tarde ya habíamos contratado un tour para el día siguiente para irnos al Cerro Negro.
A las 8 de la mañana partimos con otros 10 guiris hacía el Cerro Negro, un volcán activo que está a una hora de León. El volcán es muy nuevo y por eso aún no le ha salido vegetación y es como un monte negro rodeado de mucha vegetación. El Cerro Negro erupciona como cada 7/8 años, y en desde que erupcionó la primera vez ha ido ganando altitud hasta los 400 metros actuales. Y para arriba que nos fuimos. Lo que pasa es que la actividad principal no era ver el cerro negro, si no tirarnos desde arriba con tablas en plan como si estuviésemos en la nieve. Y claro si queríamos tirarnos con la tabla, teníamos que subir con la tabla a la espalda, y eso complicaba el ascenso un poquito, además del calor sofocante.
Con un poco de esfuerzo y mucha agua, llegamos arriba en una hora más o menos y la verdad que el volcán es muy chulo, con un montón de colores y alguna fumarola echando humo. Una vez sacadas las fotos de rigor, nos dispusimos a prepararnos para el gran descenso: Mono amarillo, gafas de soldador y guantes de paleta. Nos sentamos en la tabla y para abajo: yuuuuuuuuujuuuuuuuuuuuuuuuuuu. Al llegar abajo estabamos rebozados en la arenisca negra y eso sumado al sudor nos daba un aspecto de lo más desagradable.
Descanso, unas galletitas, más agua y comenzamos el siguiente ascenso, ya que nuestra excursión a diferencia de las otras incluía dos descensos. Eso sí, dos descensos suponen dos ascenso, otra vez la tabla a la espalda y el calor sumado al esfuerzo inicial hacen que Susana se quede en la retaguardia. Casi se nos queda a medio camino, pero poco a poco llego arriba con ganas de bajar de nuevo. Esta vez nos pusimos los tres en fila para echar una carrera, y como los últimos serán los primeros, Susana ganó la carrera aunque no con un descenso muy elegante.
Como no queríamos perder mucho tiempo, nada más volver del tour, nos fuimos a todo correr a coger el bus para irnos a Granada, arsa quillo, arrriquitaun, taun taun. Llegar a Granada incluyo una minivan a Managua, y de ahí un bus a Granada, este ultimo a rebosar de gente y nosotros totalmente empotrados entre locales, con el conductor tomando las rotondas rectas. Eso sí, conseguimos llegar a Granada. Búsqueda de hotel, a zampar que estábamos hambrientos y a dormir entre melenudos mochileros. No había habitación privada y nos toco dormitorio de 20 personas.
El día siguiente pensábamos pasarlo paseando por Granada, pero entre el calor agobiante y la perspectiva de pasarnos un día más deambulando en otra ciudad, cogimos en el último momento un bus hacia la laguna Apoyo. La laguna es, como su nombre indica, una laguna que está en el cráter de un volcán. La mayoría de los accesos al lago son privados y hay que pagar algún hostal para acceder y pasar ahí el día, pero también hay algún restaurante en el que puedes tomar algo y tirarte al algo, y eso hicimos, birritas, bañitos y zampar. Día tranquilo para contrastar con el día anterior.
Una vez más pensábamos más pasar el siguiente día en Granada, pero otra vez, calor, ciudad, así que pasamos de todo y nos cogimos el bus hacía Rivas, donde se coge un taxi a San Jorge y de ahí el barco a Ometepe. Así que lo que pensábamos que iba a ser un día tranquilo acabó con unas cuantas horas de viaje.
Ometepe es una isla en forma de ocho que en medio de cada “circulo” tiene un volcán, y de hecho la unión entre las dos partes del ocho está hecha por un antiguo corredor de lava. Se puede subir a los volcanes, pero uno lleva como 10horas y otro unas 6… y con el calor que hacía no estabamos por la labor, así que decidimos irnos a la cascada de San Ramón a darnos un chapuzón. Para llegar a la cascada hay que andar unos 8km desde el hostal en el que estabamos, así que una vez cargamos las pilas en el desayuno, a patear, y dado el calor que hacia llegamos más empapados que en un concurso de camisetas mojadas.
Nada más llegar a la cascada, como que el ambiente era mucho más fresco y ya no apetecía tanto bañarse, pero ya que estabamos allí, para dentro, y eso que el agua estaba fresquita. Otra sudada de regreso, zampar y a bañarnos en el lago, relajados sin hacer mucho hasta el atardecer. Y entonces decidimos que al día siguiente nos íbamos para Costa Rica, en vez de pasar un par de días más por Nicaragua.
Para llegar a Monteverde (CR) en un día tuvimos que levantarnos a las 3 y pico de la mañana, coger un autobús de 3 horas hasta el puerto de Ometepe, 1 hora de barco, 35 min de taxi hasta la frontera, 1km andando de frontera, un bus de 4 horas hasta el último enlace a Monteverde, que llegaba tarde por un atasco y con el que al final llegamos a nuestro destino a las 6 de la tarde.
Una vez en Costa Rica empieza el Costa Rica Express, y es que ya en Monteverde tenemos todo planeado con excursiones, pero eso se lo dejo a Inés para el próximo post… si es que tenemos tiempo, ya que estamos en la fase hacer de todo. Quedan 15 días…